Abdielito (tú sabes en qué tono lo digo), AKA Ardiel bautizado por don Rivadeneira hace unos días en el Festival de la Carne Asada; te lo he dicho en privado, pero ahora lo hago público para los ojos de quien quiera y necesite leer: te quiero y admiro mucho. Sabes que siempre he creído que nuestra relación de profundo respeto es porque reconocemos el valor de ambos en los respectivos tiempos, formas y maneras de ver la vida, hacer investigación y cocina mexicana, y que si bien ha tenido sus momentos tensos -como cualquier amistad- siempre son con ganas de escuchar para crecer. El vínculo es más grande que la diferencia.
Mi manera de ver la investigación, el conocimiento empírico, la aproximación a la cocina mexicana no existiría sin un antecedente como tú, tus formas y metodologías para desarrollarte en la investigación. No hay Lalo Plascencia sin un Abdiel Cervantes. Lo sabes, te lo he dicho, pero ahora lo pongo en letras para que se constituya como una verdad pública y compartida.
Hoy nuestra convivencia se basa en discusiones argumentativas, horas y horas de compartir experiencias nuevas en medio del recuerdo de otras compartidas o vividas individualmente pero que las convertimos en aprendizajes nuevos uno del otro, es una manera de actualizarnos de lo que hemos pasado, de lo que pensamos y en qué punto de la vida nos encontramos. Comenzamos siempre hablando de la vida, de lo que pensamos que está pasando, de la industria y de mil temas en los que estamos de acuerdo, e inevitablemente nos lleva a saber cómo estamos, cómo vamos en la vida, el amor, la cocina y las emociones. En nuestra manera de vivir todo está compactado: nuestra pasión, nuestro amor por la profesión, los amores rotos o disfrutados, las diversiones y todo lo que nos construye como seres complejos. Así lo compartimos.

Es que has marcado a tanta gente en la industria gastronómica que tu legado se extiende más allá de lo que imaginas o alcanzas a ver, son miles de personas a las que has influido con tu enseñanza y visión de la cocina mexicana; muchos de ellos se fueron, otros se quedan contigo, muchos te dan la espalda o te reconocen, pero de algo estoy seguro: todos te recuerdan, nadie te olvida, y todos saben del altísimo valor que tienes dentro de nuestra industria.
Nuestro reciente y rapidísimo encuentro en Monterrey y Sabinas es resumen de nuestras experiencias juntos: carne asada, mucha conversación, mucha cerveza, conversaciones interminables, un festival altamente popular, un concurso de extraordinaria manufactura, risas absurdamente largas por el nivel de tonterías dichas y compartidas, posicionamientos frente a lo que no estamos de acuerdo y sí estamos de acuerdo de la vida gastronómica actual, más comida, mucho aprendizaje, mucho vino, y más y mejores amistades. Fueron dos días de intensidad bárbara pero de reconexión absoluta, y estoy profundamente agradecido por ello.
El camino nos pone una vez más en el mismo norte que amamos pero yo a la distancia y tu en presencia. Sabes que soy leal amigo de ti y de tu legado. Gracias por tanto que has enseñado, que sigues mostrando, que mueves con tu presencia y tu forma de comprender la gastronomía mexicana. Gracias por tu amistad y generosidad porque no soy el único que la recibe, porque todos pensamos lo mismo de ti, pero yo me atrevo a expresarlo por escrito y públicamente para que quede testimonio eterno de ello.
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Gracias por lo que nos has dado, lo que sigues dando, y lo que tienes por darnos que es harto aprendizaje, cariño y compromiso por el bien hacer de la cocina mexicana en México y el mundo. Te quiero y admiro mucho amigo mío. Espero en mis letras encuentres todo eso que muchas personas saben, creen y piensan de ti.
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Ya pues Abdielito, mucha miel, a otra cosa; una cheve ¿o qué?
