Simulación de éxitos. Disertaciones sobre quiénes somos o pretendemos ser.

Son tiempos de simulación, de publicar fotos y vídeos mostrando felicidad sin necesariamente tenerla; de construir mensajes tan bien calculados y sin pena de rayar en lo maquiavélico para mostrar al mundo algo que probablemente no se es ni se tiene sino solo se aparenta; de diseñar estrategias comerciales para construir las llamadas “marcas personales” en una suerte de reducción de la humanidad a un bien material cuyo valor es impuesto por las leyes de la oferta y la demanda. El humano como producto y efecto del capitalismo más ramplón, confirmando el rol de esclavo del sistema que inventó.

Son épocas revueltas donde la vida se observa desde la pantalla de un teléfono, se filtra desde la red social de preferencia, y se disfruta más por el volumen de personas alcanzadas interactuando con el contenido de forma orgánica o gracias a los cientos o miles de pesos invertidos en pautas comerciales.

Comer -en tiempos hipócritas- dejó de ser un placer efímero e íntimo para convertirse en una galería de experiencias a la vista de cientos, miles o millones; incluso, el concepto de experiencia -entendida como el hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo- alcanza niveles tan ridículos que para la industria gastronómica contemporánea se circunscribe más al espectáculo que rodea a un plato que a los sabores o texturas logradas.

La gastronomía de altas pretensiones -esa que se muere por ser catalogada, enumerada o premiada por una guía, lista o clasificación- quitó los manteles de lino para supuestamente acercar su propuesta a diversos sectores sociales, esconder su conexión con tiempos de fastuosidad de indeseables tufos arcaicos y así exhibirse con un aura ligera, vaporosa y contemporáneamente atractiva. Lo que alguna vez fue la inversión en maderas y telas finas para las mesas -probablemente de las más difíciles decisiones de un cocinero de altos vuelos- hoy se sustituye por marketing digital, una delicada selección de los eventos a los que se asiste como invitado o protagonista, y una silenciosa pero punzante necesidad de colegas que les ayude a conseguir sus metas.

Dime con quien andas y te diré quién eres; pero si andas con lobos, no te quejes cuando a aullar te enseñes. Abandonar y abandonarse para simular ser, y si la suerte acompaña convertirse en ello. Son fantasmales y holográficas personalidades gastronómicas del nuevo milenio.

Sentido de pertenencia.

Es el grupo al que perteneces, pero sobre todo al que aspiras a integrarte, lo que te define. Son las amistades que usas y luego abandonas porque ya alcanzaste los círculos a los que querías pertenecer los que hablan de tu idiosincrasia, la manera de entender tu relación con los otros y, aunque algunos paguen mucho dinero para olvidarlo, una forma de conocer las imborrables huellas de tu origen.

Son los grupos de Whatsapp, los grupúsculos para compartir memes, los amigos cercanos en Instagram, y hasta las listas a las que te unen sin preguntarte lo que te caracterizan para luego convertirte en ello. Podrías rechazar la invitación al grupo, no compartir ese meme políticamente incorrecto, o no enviar secretamente esa imagen que ridiculiza a una colega por su físico o a otro por su preferencia sexual, para evitar un colapso ético entre tu forma pública y privada de desenvolverte.

Esta doble moral alcanza a tirios y troyanos, a filósofos y sofistas, a cocineros y comensales. La nueva regla social es dividir el tiempo entre las vinculaciones reales ampliadas por el mundo virtual, las no reales que se quedan en lo digital, y las que saltan de la virtualidad a la realidad para erigirse como seudo amistades que podrían o no resistir la prueba de materializar esa personalidad publicada y ahora física con sus respectivos olores, cambios de humor, posible halitosis o insoportables perfumes, con discapacidades hasta entonces no reveladas, o virtudes que las redes jamás mostraron.

Una ruptura del espejo desde donde mirabas al otro pero en el que realmente buscabas tu reflejo, y que al fragmentarse se vuelve una desilusión tan insoportable que sería más fácil abandonar esa nueva amistad que aceptar la simulación de la que fuiste víctima y victimario. Vives en una era en la que pertenecer va más allá de los gustos musicales, la preferencia por cierta literatura, el fanatismo por algún filme o personaje, o las conversaciones reales comenzadas con un simple hola; por el contrario, hoy se convive desde la apariencia, los resquicios oscuros maquillados, las habilidades falazmente exaltadas o las alegrías diseñadas. Es el homo instagramer reinando en el Antropoceno.

¿Qué es el éxito?

Después del origen de la vida, probablemente sea una de las preguntas más complejas de la historia de la humanidad. Lo que es cierto es que el éxito no es sinónimo de felicidad, alegría, compañía, fama o fortuna; y para cuando no se tiene claro el significado de un término o concepto, es valioso comenzar por lo que no es para por descarte encontrar la definición que más se ajuste a lo buscado.

El éxito depende de tantos factores propios que podría tener definiciones personalísimas, individuales, conectadas directamente con su carácter de único e irrepetible, pero en la era de la simulación se vende al éxito como una fórmula básica que se adapta a las condiciones, intereses, miedos y deseos de cada persona.

Como un traje a la medida, el éxito en 2025 es una repetición de un patrón con ciertos toques personales seleccionados de una limitadísima lista de opciones construidas por los algoritmos o las inteligencias artificiales. Se trata más de caber en un formato del éxito moderno que de tener la libertad para construir el propio. En la época de la virtualidad nada dura, nada permanece, todo cambia pero nada sirve, porque es cuando mayor tecnología posee el humano para diseñar su destino con plena libertad, y cuando más prisionero es de su propia creación. Frankenstein moderno o el Prometeo del siglo 21. Sálvate si puedes.

Publicado por elcig.mx

Grupo académico de carácter gastronómico dedicado a la innovación, extensión y vinculación. MISIÓN. Ser un grupo de referencia dedicado a la investigación y transformación de los paradigmas gastronómicos actuales, que extienda el conocimiento generado hacia la comunidad, lo vincule y divulgue de manera efectiva a la industria de alimentos y bebidas para enriquecer a la Gastronomía como actividad social y científica. VISIÓN. Para el 2030 ser un referente académico nacional e internacional reconocido por la comunidad gastronómica y científica resultado de la aplicabilidad de su conocimiento generado, la formación de profesionales de alto nivel en sintonía con centros de enseñanza superior, y por su contribución a la expansión de la Gastronomía.

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