EME

En México nada es coincidencia. Como en la Física, en México existen inflexiones que son duras de descifrar. Para dicha Ciencia se denominan paradojas, y para el país que habitamos, también.

En México la paradoja máxima es la eme. La decimotercera letra y décima consonante del alfabeto latino. Letra con sonido nasal y bilabial es utilizada como origen de muchas palabras de relevancia consciente, inconsciente y hasta ominosa. La eme es el inicio del vocablo máximo de este país, su nombre, y a partir de ahí un sinfín de palabras que a la luz de la reflexión suenan a descripción del carácter mexicano.

María, virgen y nombre de millones de mexicanas; madre, de todos y cualquiera; maíz, identidad máxima; masa, que prepara tortillas; mazorca; milpa, desde donde todo inicia; molcajete, el sentido máximo nacional; metate, máxima expresión racional; mole, suprema expresión sincrética; molinillo, para espuma; mecapal, para cargar pesos mayúsculos; mercado, de cualquier tipo, sin el del prefijo súper; malinche, recordatorio de una parte del carácter mexicano, para erradicarse, recordarse o superarse.

En total trece palabras que parecen ligadas históricamente y que entretejen la identidad del pueblo. Los mínimos básicos para considerarse mexicano, o al menos nacido en los límites geográficos del país, están contenidos en estos conceptos que conforman un imaginario colectivo del que es difícil escapar. Por separado funcionan, amalgamadas operan activamente en cualquier nivel social o regional.

La eme es definida por la Real Academia Española de la Lengua con carácter femenino. Y como delicada ironía, México es un matriarcado indiscutible. María (la Virgen) es reina de México y la tortilla es hija predilecta del maíz y la milpa. 

Las teorías sobre su origen gráfico y simbólico son varias; las más aceptadas están en Fenicia y Egipto que la reconocían como una línea ondulada cuyo significado era el de agua. Líquido vital, purificadora máxima, y entidad fundamental en la construcción de las cosmogonías antiguas. Uno de los cuatro elementos naturales.

Sin afán paracientífico, el significado esotérico es la fuente máxima de amor y sabiduría, la creadora de ríos, lagos y mares desde donde proviene la vida. Y para las runas celtas una representación similar de la eme otorga un poder infinito de conexión con la tierra, entendimiento de la fortaleza del agua y sentido de renovación constante. 

En el universo no existen coincidencias. La principal ciudad mexicana está fundada sobre agua. El mito creador de un águila parada sobre un nopal en una zona lacustre. Científicamente hablando la identidad de un pueblo; simbólicamente, parece que el país está predestinado para relacionarse con el mundo desde la creación, purificación del conocimiento, o por un sentido autoimpuesto de sabiduría revelada y por revelar.

Nueve de esas trece palabras son innegablemente gastronómicas. La fuerza renovadora de una letra parece determinar la fuerza de los elementos que dan génesis a la culinaria nacional. México no es nada sin maíz, y viceversa. El molcajete es casi una divina expresión de la alimentación, y no hay fiesta sin mole.

Si nueve de cada trece palabras están relacionadas con la gastronomía, por matemáticas sencillas, México es sensiblemente gastronómico. Si la mayoría de las palabras que importan en la identidad nacional se escriben con eme, y la mayoría son gastronómicas, entonces lo que verdaderamente importa en México es la gastronomía. Lógica axiomática.

La gastronomía es entonces fuente de sabiduría. Y es en México donde nos damos cuenta de esto. Solo hay consecuencias, no coincidencias. A partir de hoy, la conciencia como motor principal de vida o el alejamiento consciente de una oportunidad de hacer de la gastronomía posibilidad de conocimiento superior. Y porque mañana también se escribe con eme, luchemos por empezar hoy.

Lalo Plascencia
Investigador gastronómico mexicano.
Embajador Modelo. KUUK Investigación
twitter@laloplascencia
Facebook/laloplascenciam

Publicado por elcig.mx

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