El mole es uno de los platos icónicos de la cocina mexicana. A pesar de su diversidad, capacidad para representar las microexpresiones regionales, puede ordenarse técnicamente. Uno de los retos de Lalo Plascencia es ofrecer un ordenamiento del mole como método que exprese técnica y emoción
Cuando la mezcla de un mole se convierte en el resumen perfecto entre las ciencias sociales y las ciencias duras.
Cuando las mediciones y academizaciones terminan su labor, los radios y mediciones exactas descansan por un momento tras haber cumplido su cometido y le abren la puerta a las sensaciones.
La emoción que genera diseñar con los dedos y sentir las cantidades de semillas, especias y otros 30 ingredientes, medidas que solo las manos saben, que son reflejo de un corazón emocionado o triste, que son parte de un universo en construcción: el universo propio, de uno, de dos, de muchos.

Porque llevo muchas muchas horas pensando alrededor del mole, reflexionando sobre sus límites, sus métodos de construcción, las formas en que se empodere al mundo para preparar moles como parte de un sistema creativo de vanguardia y no sólo como una referencia cultural mexicana.
Son las manos las que con conocimiento de causa -y a veces sin ella- se mueven entre 30 ingredientes para otorgar un perfil único: el de la mano que los sintió y diseñó.
Porque en el #cigmexico nunca hemos negado las tradiciones más profundas, sus símbolos y representaciones, solo las tomamos como puntos de referencia para intelectualizar y teorizar. Pero en muchos momentos, más de los que podríamos imaginar, dejamos a un lado el intelecto y sentimos; solo eso, sentimos. Hacemos de una mezcla para mole la oportunidad perfecta de expresarnos, de ser, de emocionarnos.
Porque así es AMAYA Universo Cocina Mexicana. Porque para nosotros hacer innovación es pensar y sentir; y volver a empezar.
