En la investigación gastronómica se generan transformaciones sutiles, casi invisibles, que modifican para siempre nuestra forma de ver la vida.
Cuando alguien abre las puertas de su casa y cocina, comparte mucho más que su propiedad material. Abre su intimidad, sus complejidades personales y familiares, y a veces su deseos, pérdidas, alegrías y lamentos.
Entre ingredientes, platos y técnicas se van abriendo pequeñas ventanas en las que, si el investigador es paciente e inteligente, se generarán vínculos de amistad o complicidad indisoluble. Así es el mundo de la investigación gastronómica.
Parece mentira que al calor de un fogón y con un par de tortillas al comal se puedan generar amistades que perduren por años. Pero el poder de la Gastronomía y de aquellos abiertos a sus verdades más profundas es el de establecer diálogos verbales y no verbales que después se transforman en códigos compartidos, silenciosos y permanentes.

Los involucrados en ese lenguaje codificado establecen una relación de valoración por lo propio y lo ajeno, un proceso de empoderamiento de ambas partes (la fuente de información y quien documenta) que termina indiscutiblemente en Valoración del conocimiento.
Esos códigos compartidos son los que generan una transformación inmediata, invisible, duradera y permiten la generación de bienestar para quien cocina, quien documenta y quien difunde.
Quien comparte un conocimiento y es bien recibido, se reconoce a sí mismo como valioso. Quien documenta el conocimiento y lo difunde reconoce el valor en otros, esas son las transformaciones provocadas por la investigación.
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