Como en la materia prima para un cocinero: la calidad tiene que pagarse, y el conocimiento de calidad –resultado de la investigación gastronómica de calidad- debe pagarse por aquellos que tienen el interés de recibir sus beneficios, o por quienes tienen la capacidad de utilizarlo en nuevas y mejores aplicaciones.
Todo tiene un costo inherente: desplazarse a un lugar para hacer documentación, las horas invertidas en una entrevista y la bajada de información, las horas de reflexión y pensamiento sobre lo visto, escuchado y probado, la escritura o la redacción de documentos para compartir la información, y todo aquello que un investigador tiene que hacer para poder generar dicho conocimiento.
Eso, debe sumarse a un porcentaje –tal como se hace en un restaurante- que debe considerarse como la utilidad o la visión de utilidad del investigador, es decir, lo que le puede generar además de pagar sus costos o deudas, capital suficiente para seguir invirtiendo, desarrollar nuevas investigaciones, pagar la renta, o simplemente pagar un boleto del cine o el supermercado correspondiente al mes en curso.
Sí, también la investigación es una profesión digna y debe generar utilidad y posibilidades de una buena calidad de vida a quien la desarrolla. Es imprescindible entonces que aquellos que tienen el capital lo inviertan inteligente y respetuosamente sin escatimar, sin regatear, sin desconsiderar el trabajo intelectual. El desarrollo de una sociedad depende de los avances intelectuales, entonces, depende en gran medida de los avances de la investigación.
Recuerda, cuando quieres un café pagas por él, cuando necesitas o quieres ropa nueva pagas por ella; entonces, cuando quieras saber algo, mejorar tus capacidades o entender cosas nuevas PÁGALO.
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