La investigación gastronómica nos da información de todo tipo. Una serie de datos que deben ser ordenados y codificados para su mejor comprensión, análisis y entendimiento y que sirven para generar nuevas líneas aplicables en cocina o en cualquier otra disciplina.
Sin embargo, la labor del investigador es la de tomar ese conocimiento como punto de partida para compararlo, contrastarlo, traslaparlo o simplemente sobreponerlo sobre otra serie de conocimientos personales o profesionales que podrían no tener nada que ver pero que se convierten en referencias preexistentes.
Cuando el conocimiento obtenido se compara con otros que ya se tenían, surgen nuevas preguntas, dudas, confrontaciones, retos por resolver o nuevas vías para hacer cosas innovadoras, aparentemente inexistentes o fuera del contexto de donde fueron obtenidos. Sacar lo aprendido de la zona de confort o de las rutas tradicionales de análisis entonces es una herramienta básica para el investigador y cocinero, una forma de comprender desde nuevas perspectivas algo nuevo, o de mejorar lo que ya se sabe.
La finalidad de descontextualizar el conocimiento es innovar. Después de todo, mover algo que ya conocemos de su espacio original es una forma de encontrar nuevos espacios y voltear a ver con otros ojos lo que radica en nosotros.
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