Una cocinera o cocinero, una mujer o niño que nos abre las puertas de su cocina, que comparte las recetas, los secretos de su familia, que nos deja usar sus utensilios heredados o que nos explica detalladamente el funcionamiento de su milpa, en realidad nos está abriendo las puertas de su historia, de su vida, de esos conocimientos silenciosos que les dan sentido como individuos y como grupo.
Investigar en gastronomía es estar en contacto con lo más íntimo de cualquier sociedad, familia o persona: la cocina es el lugar en donde prepara y comparte los alimentos, en donde satisface sus necesidades físicas y sociales, en donde convive con aquellos que ama o con quienes están dispuestos a compartir en una mesa. Cuando investigamos nosotros formamos parte –involuntaria o voluntariamente- de la intimidad de una persona o su familia y a veces –si los enlaces son correctos- nos convertimos en cómplices, en parte inolvidable de las vidas de aquellos que investigamos.
Por eso es importante para que no traicionemos esa complicidad, que hagamos investigación siempre pendientes de los valores (Ética, Humanismo, Responsabilidad) que nos permitirán no ofender a la gente que nos abrió su corazón.
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